Un monumento vivo frente al terrorismo procedente de Estados Unidos

 Por: Juan Hernández Machado, miembro de la Unión de Historiadores de Cuba.

¿Quién dijo que con el tiempo se olvidan los acontecimientos? Es cierto que influye, que en ocasiones los recuerdos se apagan un poco, pero cuando los hechos que los ocasionaron son fuertes, el paso del tiempo sirve, por el contrario, para afianzar esos recuerdos.

Otro planteamiento, que a veces se convierte en un mito, es que la mejor forma de  recordar hechos trascendentales es tener un monumento, una tarja, una placa que lo  refleje. Y eso no deja de ser útil, pero existen ocasiones cuando la mejor forma de recordar un incidente es tener a todo un poblado enhiesto, vivo y fiel a su memoria.

Y este es el caso que nos ocupa hoy, cuando a más de cincuenta años de ocurrido los hechos, todo un pueblo se levanta como monumento vivo frente al terrorismo que durante décadas se ha ejercido contra nuestro país procedente de los Estados Unidos de América.

Era el 12 de octubre de 1971 y los habitantes de la comunidad de Boca de Samá,  perteneciente al municipio holguinero de Banes, a unos cuantos kilómetros de la bella playa de Guardavalaca, descansaban tranquilamente cuando el terror llegó desde el mar.

Dos lanchas artilladas fueron liberadas de un buque madre  procedente de los Estados Unidos de América que se quedó frente a las costas cubanas. Las mismas eran conducidas  por 14  contrarrevolucionarios cubanos radicados en Miami y pertenecientes a la organización Alpha-66 y luego de entrar por el canal marino que une a la comunidad con las aguas del Atlántico lograron capturar a algunos moradores, a quienes les insistieron para que informaran donde estaba el puesto de Guardafronteras, algo que los mismos no hicieron. Luego se dirigieron a la tienda del pueblo para saquearla y en su retirada ametrallaron  tanto a quienes opusieron resistencia como al poblado en general, en una operación que duró poco más de una hora,  utilizando  el fuego de armas de grueso calibre, lo que marcó  a esta comunidad para siempre.

Resultado: el combatiente del Ministerio del Interior, Lidio Rivaflecha Galán y el miliciano Ramón Siam Portelles, perdieron la vida mientras que con sus armas cortas trataban de repeler la agresión; Carlos Escalante Gómez, el jefe de la unidad de Guardafronteras;  Jesús Igarza Osorio, obrero agrícola y las entonces niñas de 15 y 13 años de edad, Nancy y Ángela  Pavón, resultaron seriamente heridos.

Carlos recibió ocho impactos de bala en su cuerpo, los que ocasionaron que tuviera que ser sometido a varias operaciones para poder salvarle la vida primero y posteriormente eliminar secuelas.

Nancy, que fue herida de gravedad en ambas piernas, no pudo estrenar los zapatos que con tanto celo había guardado para sus quince primaveras. Tuvieron que amputarle uno de sus pies.

Pero, ¿fue esta una acción aislada?

En el momento de producirse, gobernaba los Estados Unidos  el señor Richard Nixon, el mismo que siendo vicepresidente y después de reunirse con el Comandante en Jefe Fidel Castro durante su visita a Estados Unidos a inicios de 1959, le dijera al presidente Eisenhower que en su opinión era   necesario deshacerse de Fidel, marcando el inicio de otro vergonzoso capítulo al cual nos referiremos en otra ocasión, los atentados contra la vida del Comandante.

Henry Kissinger, entonces Asesor de Seguridad Nacional del presidente, le había propuesto considerar un plan diferente para acabar con la revolución cubana, algo parecido a lo que se planteara durante el acercamiento de Barack Obama a nuestro país: condenar el bloqueo, cesar el enfrentamiento directo y socavarnos desde adentro para provocar levantamientos y el rechazo a la revolución por su propio pueblo. Nixon se negó a considerar dicho plan, plateando que si no contemplaba la eliminación de Castro- como despectivamente ellos llamaron a nuestro líder histórico- no le interesaba.

Entonces se concibieron planes que preveían ataques y ocupación de pueblos pequeños como preámbulo a ataques mayores contra Cuba.

Boca de Samá fue uno de los elegidos.

Y, amigo lector, aunque tenemos la responsabilidad de preservar nuestra historia y darla a conocer a las nuevas generaciones, dejemos que sean algunos de los responsables de este “acto por la libertad de la sufrida Cuba” quienes nos aclaren su participación.

El 18 de octubre de 1971 se celebró una conferencia de prensa en el Club de Mujeres Republicanas del Estado de la Florida, en Estados Unidos. En la misma, Andrés Nazario Sargén, dirigente del entonces “Frente Cubano de Liberación” reconoció la autoría del hecho de Boca de Samá, agregando que tenían que seguir destruyendo todo lo que pudieran dentro de nuestro país.

Por su parte, Gustavo Villoldo, uno de los mercenarios que nos invadiera por Bahía de Cochinos en abril de 1961, declaró públicamente que él había organizado la acción, a propuesta de Alpha-66 y que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadounidense- institución a la cual llevaba años vinculado- había ordenado el ataque a Boca de Samá.

Muerte, destrucción, sufrimientos y dolor es lo que acciones como esa causaron a nuestro pueblo. Hoy pretenden causarlo con nuevas tácticas y medidas pero con el mismo objetivo, destruir a la revolución cubana.

En este caso, más que una simple tarja, que un monumento, nos queda toda la comunidad de Boca de Samá que no ha permitido que más de cincuenta años borren lo que sufrieron ese día de octubre de 1971 y que está decidida  a salir adelante, pese a todas las dificultades materiales que tenemos, causadas en gran medida por el bloqueo estadounidense y otras medidas aplicadas. Enero del 2023

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